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La Primera Lágrima

Así fue el primer contacto del Crew, con el Maestro Carlos Fernando López Naranjo

La vida a veces nos pone enfrente cosas que, en un principio, no queremos hacer. Pero, cuando llega el momento de hacerlas, nos deja con esa sensación de llenura total. Un sentimiento incomparable en el corazón, que pasamos de aborrecer el mínimo pensamiento de este, a darle gracias a la vida por la oportunidad que nos dio.

 

 

 

Llegar a Apía, el Jueves 6 de Octubre, después de clases, a eso de las 5:30 de la tarde, después de 2 horas de recorrido aproximadamente, fue el inicio de una experiencia que jamás se olvidará. Las grandes y empinadas lomas apianas nos reciben para una ardua jornada de trabajo continuo. Lo que no sabíamos en aquel momento, era cuánto nos llevaríamos, no sólo en cuestión de productos, sino también en cuestión de enseñanzas, risas y experiencias.

 

 

 

Aquella primera bajada nos demostraría que no sería nada fácil lo que nos esperaba. Eran lomas que parecían paredes, y nosotros cargados con nuestras herramientas para grabar. Una pequeña caminata, de no más de 3 minutos, pero con un fuerte dolor en los pies; después, nos encontrábamos frente a la casa del Maestro.

 

 

 

El Maestro Carlos nos recibe en su casa con los brazos abiertos, dándonos paso, después de una desinfección obligatoria, a su estudio. Un lugar mágico, hemos de aclarar. Nos encontrábamos entre paredes distinguidas por méritos, homenajes, figurines, cartas, fotografías y demás; enmarcadas alrededor del piano acústico del preceptor apiano.

 

 

 

No nos esperábamos la magnífica conversación que nos puso el Maestro. Nos habló de su vida, de su pasión, de su amor por el pueblo y por la música. Preguntaba por nosotros, por nuestros estudios y vidas personales, y se preguntaba él, ¿qué le esperaba los siguientes días a nuestro lado?, ¿que teníamos en mente? Y, de un momento a otro comenzó a tocar el piano.

 

 

 

Como si fuese ya costumbre, paraba con algunas conversaciones a la mitad; algunas ideas parecían necesitar ser complementadas a través del piano. Era como si, en su mente, tocar música tan espectacular, fuese tan monótono y fácil como respirar.

 

 

 

Hubo un momento en el que el Maestro empieza a hablarnos sobre el dolor inexplicable que le dio el haber dejado su posición en la escuela de música:

 

 

 

— Mi sueño más grande es ver a los jóvenes y niños, como ustedes, cumplir sus sueños —recalcó el Maestro.

 

 

 

Él quería que las personas que desean cumplir un sueño musical, pudiesen sentirse apoyadas, y los que no, también tuviesen esa salida musical, para perderse un rato del mundo en el que viven, fuera el que fuera.

 

Carlos Fernando nos contaba de su gran orgullo, la obra “El Ocaso de un pueblo”, el detrás de bambalinas y cómo fue que incitó a su hermano Francisco, el cual había escrito la historia como un cuento corto y la transformó en una hermosa obra teatral, a la cual él después le pondría la musicalidad. Obra que también, los llevó a viajar a España a hacer la puesta en escena.

 

Nos cuenta, también, la historia detrás de la canción “La esperanza” (canción a la cual luego le haríamos un videoclip).

 

 

 

— Me inspiré en un gran amigo que tuve durante mi época universitaria —expresa el Maestro.

 

 

 

Se dice que la gran mayoría de personas que dedican toda su vida a tocar algún instrumento, no se preocupan por trabajar en su voz, pero créanos,  el Maestro tiene una gran voz y nos cantó al son del piano:

 

 

 

Oye amigo de La paz, la melodía, que me inspira el amor...lo que anhelas para contigo, amigo, esperanza he llamado yo.

 

 

 

Si buscando una verdad en esta vida, hallas la desilusión...mira que en aquellos hermosos ojos, brilla la esperanza de un amor.

 

 

 

Mira amigo el rutilar de las estrellas, ojos de la inmensidad...son del universo destellos bellos, esperanza de una eternidad.

 

 

 

(Coro)

 

Oye, la melodía tuya y mía,

 

La melodía que me inspira,

 

la que me inspira paz y amor.

 

 

 

Después de esas historias que el Maestro nos compartió, se sentó a interpretarnos una obra de Beethoven, ya que él decía que era lo más apropiado, teniendo en cuenta que acababa de cumplir 250 años, una obra que nos tocó el corazón; que nos llenó de inspiración y de ganas para empezar el proyecto.

 

 

 

El intérprete instrumentista le puso tanto sentimiento, que fue ahí donde uno de nosotros derramó la primera lágrima. Era nuestra productora Paulina Villegas, que se encontraba al lado derecho del maestro, espectando y sintiendo en carne propia, la forma en que la música, se encarga de crear aflicción, dolor, pena, afecto o emoción, por medio de recuerdos.

 

 

 

— Fue como que me tocó el corazón —nos comentaba Pauli—. Es que mi abuelo toda la vida tocó la guitarra, y ver al Maestro ahí, como que me devolvió en el tiempo. Estuve por un momento en los tiempos antes de que él muriera. La música lo lleva a uno a esos momentos en que todo es sencillo y todo está bien.

 

 

 

Lágrima que marcó el arrepentimiento que sintió, de alguna vez haber dicho que no deseaba ir hasta Apia. Lágrima que marcó un inicio de una experiencia inolvidable en la vida de todos con caminatas, viento, café, risas, historias y lomas empinadas.

 

 

 

Con solo sentarse a dedicarnos unos cuantos minutos de su arte, ya había tocado en lo más profundo de nuestros seres y nos había dado a probar una pizca de lo que en realidad nos deparaba ese puente festivo.

 

 

 

Fue su talento y los caminos que le había tallado a la música clásica en Colombia, lo que nos atrajo a hacerle un reportaje; pero fue su personalidad, su humildad, su pasión, su comprensión y su amabilidad, lo que hizo que nos quedáramos con un poquito de Carlos Fernando López Naranjo para el resto de nuestras vidas.

 

 

 

Y se aprendió los nombres de todos, después de repetirlos muchas veces.

 

—Paulina, Manuela, Martín, el Deivis y Juan Andrés —nos nombraba el Maestro.

Cronica

Cultivando la música en el viento

(A mi hermano del alma: Carlos Fernando)

Clamó un gran genio: ¡edifiqué en el viento!,
sintiéndose marchito y derrotado.
Mas tú, Carlos Fernando, has triunfado,
cosechando, en las brisas, sentimiento.

En el viento de Apía y de instrumento
edificaste y dejas gran legado,
que la frontera patria ha trasmontado
en notas musicales y en talento.

Tu magistral batuta y mano amiga
fueron invictas en tu audaz intento.
Que el Músico Supremo te bendiga,

por tu gesta y artístico portento:
tu esfuerzo tesonero dio su espiga
¡cultivando la música en el viento!

—Francisco Javier López Naranjo
Cantata
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